30/4/21

Terapia, Emociones y Conflicto

Hay personas que temen ir a terapia porque perciben el contacto con sus emociones y sentimientos como el camino directo al conflicto. Al reconocer su incomodidad, disconformidad y rechazo en el plano del sentir y emocionar, temen las dificultades que esto pueda generarles con otros. Habría que aclarar algo que por obvio con frecuencia pasamos por alto, sentir y actuar, son dos planos distintos. La terapia puede llevarnos a reconocer con mayor claridad lo que nos emociona y lo que sentimos, y desde ahí tenemos la posibilidad de decidir qué hacemos y cómo actuamos en torno a lo que sentimos. No hacer nada también es una opción adulta, responsable, en la medida en que es una opción que tomamos por discernimiento, pero no, evitando sentir lo que nos habita, que es el modo más habitual de negarnos a nosotros mismos y acumular sintomatología, lo negado, lo reprimido, siempre se expresa, muchas veces en el cuerpo, dolores y trastornos. El ser adultos saludables tiene que ver precisamente con una capacidad ampliada de reconocer y aceptar acogiendo todo lo que vive en nosotros, sin distinciones, sin juicio. Y desde ahí, ahora sí desde el juicio personal, tomar los caminos que nos parezca desde nuestro grado de libertad en cada caso. El temido conflicto con los demás, más tiene que ver con la poca consciencia y rechazo por lo que sentimos que con la plena consciencia, que nos permite evaluar el modo preferible de comunicar o manifestar nuestro sentir ante otros. El manifestarnos a partir de lo que sentimos, lo que "hacer" con lo que somos y nos habita, es parte de nuestra libertad, que sólo podemos tomar si asumimos nuestra adultez, que olvidamos. Es una capacidad presente en casi todos, y muy poco usada, la de detenerse conteniendo el sentir, antes de dar un paso de acción. La plena diferencia entre estos dos planos es fundamental en un camino responsable de sí. Como ejemplo, una airada discusión en pareja, relación que es la que habitualmente más nos toca y nos gatilla en nuestras reacciones menos deseables. Recibimos una palabra provocativa, hiriente, nuestr@ compañer@ desdcarga su frustración su ira, lo más probable sin detenerse a pensar qué va a aportar con ése movimiento... Heridos, provocados, gatillados, se estrecha el espacio para no responder del mismo modo, escalando. Es aquí donde el trabajo consciente sobre lo que nos habita hace la diferencia. Podemos optar por la simple descarga rabiosa, desatando una pelea de la que nadie sale ganando, aún cuando haya un "ganador", o, podemos elegir un camino de expresión de cómo nos sentimos que no implique herir, agredir o provocar. Muchos se reirán, parece inalcanzable. Pues bien, simple y fácil no es, pero es lo que dentro de lo que nos hace humanos, lo que puede hacer la diferencia. Descargar la ira sin más, involucra como bien sabemos, un cierto placer, decimos "darse el gusto".. un gusto breve que inevitablemente conducirá a algo amargo... El detenerse, evaluar y elegir mejor nuestra forma de expresión, no sólo nos quita ese placer de descargar sin más, es a la vez doloroso, retener sin actuar la ira es un movimiento que implica cierto grado de dolor, sumado al dolor que implica la renuncia a decir la última palabra, no quedarse callado, al orgullo. Es el camino de crecimiento, dentro de lo libre que podemos ser, esta es una opción importante.

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