Matías Fernández Depetris
Psicoterapeuta sin club discípulo de Groucho Marx
(Fundador y miembro único de Psicoterapia Sinclubista Marxista)
26/6/17
Los Mapuchitos de Michelle y Francisco
El discurso reciente de Bachellet en torno al sufrimiento de los habitantes originarios de esta tierra era para llorar. Impresionante, hasta increíble. Aplausos al redactor que se lo escribió. La ética de teleprompter que impera no permite creer otra cosa. Difícil es creer sin embargo en que esas palabras sean más que retórica y exigencia de la próxima visita del Padre que se dice Santo a las tierras de La Frontera. Frontera que muchos daban por abierta pero que no se ha movido desde la llegada de los otros ancestros desde Europa.
Notable es por otra parte, que para reconocer el agravio y buscar un camino de legitimidad para el negado y aplastado pueblo, se usen palabras que se vuelven vacías pues a la misma hora, el Ejército de Bachellet está instalado en La Frontera en intensas maniobras militares perturbando la vida de las comunidades. O lo que les va quedando de vida, luego de años sitiados por una policía armada y formada como Ejército, que cotidianamente allana, abusa, atropella sin distinciones a la población originaria.
Notable es que se traiga al Presidente de la República del Vaticano, el más alto representante de la Iglesia Católica, a los efectos de devolverle la dignidad al atropellado pueblo. La Iglesia fue y ha sido el instrumento de penetración ideológica que permitió la esclavitud y el sometimiento. El primer imperio, que abre paso al dominio y explotación en todos los otros planos.
Harto más digno respetuoso e interesante sería, que una vez retirados los Ejércitos y las pseudopolocías del territorio, haberle preguntado al Pueblo Mapuche mismo qué representante podría estar ahí, en una ceremonia inaugural de un nuevo modo de relacionarnos, respetando las fronteras en lugar de violarlas con una sonrisa y buena voluntad.
Traer a Francisco en este momento y situación, es como si lleváramos en medio del periodo en que se torturaba a destajo, a uno de los campos de concentración, a Sergio Onofre a reconocer la legitimidad de pensar distinto y lamentarse por los atropellos.
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