11/1/24

A mis hermanos Psi

Queridos hermanos, Marx. Agradezco la conformación de esta cofradía de selectos analistas, y un antianalista sinclubista retirado, en este caso yo. Lo pasé muy bien y disfruté el pobre ser carneado y cocinado a nuestro servicio. Quiero aprovechar el calibre de vuestras mentes formadas, para abrir una reflexión epistemológica en torno al lugar del saber en la clínica, en torno a una conversación que se dio ayer en tono de chanza, pero que nos permite mirar algo, central en mi vuelta a la institución y a la docencia. Ayer comenté dentro de varias cosas de mi vida, lo central que ha sido mi pertenencia y asistencia regular a Stadio Italiano desde que tengo muy pocos años. Es el lugar y comunidad más estable de mi vida. Mencioné en particular el espacio del camarín y los compañeros socios, en un amplio rango de edad y un diverso estilo de vida y ocupación, haciendo de ese encuentro regular, algo muy significativo para mí. 3 mañanas a la semana, por décadas, me he relacionado con estos hombres con los que coincido en el camarín por horario y regularidad, algunos los veo en el agua en mi práctica de natación, a otros no, porque practican otros deportes y coincidimos en las duchas, vestirse y luego el café en una amplia mesa compartida. Para mí es como vivir en un pueblito italiano, a algunos los conozco hace más de 30 años, y los veo semanalmente, algunos han ido falleciendo, gente muy cercana de esta manera, otros han ido apareciendo, hijos o nietos de algunos de los que ahí estamos… Ayer, cuando hablé de esto, y al parecer en particular la palabra “camarín” aparecieron claras y definidas asociaciones, “olor a camarín”, “olor a rodilla”, “homosexual”, varias cosas en torno a eso y a las ideas freudianas. Todo eso no está, ni estaba en mí, en mi experiencia el día de ayer. Mis temas homosexuales no me complican hoy, y es más, los veo como una enriquecedora parte de mi desarrollo y claridad de lo que me excita, me da placer o no, y lo que quiero vivir. No me complicaría mucho admitir la dimensión homosexual de compartir en un camarín de hombres, de ser parte de mi experiencia y relato el día de ayer. Más no lo es. Mi relato y experiencia, y lo que me empeñaba en compartir, estaba centrado en la comunidad, la pertenencia, el sentimiento de familiaridad, y la alegría y vitalidad de compartir con humor con hombres que no pertenecen a nuestro especializado e intelectualizado campo. Y pienso entonces en nuestra clínica, en nuestra escucha ¿escuchamos? … o nos pasa con frecuencia que a la experiencia anteponemos la biblioteca que llevamos con nosotros y dejamos de lado la novedad que una escucha realmente abierta podría proporcionarnos. No es una censura, no es hacia ustedes, mis sesgos no son Freudianos porque lo encuentro una lata y nunca lo leí a cabalidad, pero mis decenas de otras afinidades rondan mi escucha y la cierran también por cierto. ¿Qué pasa con nuestra escucha? ¿Qué nos ha hecho la formación? ¿Somos capaces de ponernos en perspectiva? ¿Qué psicoanálisis propugnamos? ¿Indagación, escucha, Ciencia, Arte, o Religión? Queda hecha la invitación a pensarnos.

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