23/6/08

El que se suicida va preso. Chaitén y la falta de respeto.

Siempre me ha causado impresión el hecho de que los individuos seamos propiedad del estado.

Tal afirmación puede sonar extraña, pero la ley penaliza el suicidio, o el intento. El que se suicida, va preso. Si sobrevive, claro. Y si además es pobre, está poco informado o no tiene acceso a alguna red de influencia de menor grado que permita, en alguna buena clínica privada, hacer de su falta a la ley una pirueta que la convierta en una indigestión u otro accidente que cubra y explique las intervenciones médicas aplicadas.

Es como el aborto. Otra frontera de la propiedad de la vida de los individuos.

Es aquí donde la palabra "sujeto" alcanza su expresión más directa y concreta, un individuo está sujeto por el estado que lo sujeta.

El estado se apropia, sujeta a sus sujetos, con ello les resta su dignidad y responsabilizándose por ellos, les irresponsabiliza. Resultante, una masa social de sujetos o sostenidos que esperan de su sostenedor el sustento de cada día.

Esta sujeción es interesante en otro ámbito muy vigente por estos días de catástrofes volcánicas, pluviométricas y fluviales.

En el caso de la catástrofe de Chaitén (como se ha visto a lo largo de la historia de Chile) hemos visto por los medios sujetos indignados reclamando por la ayuda recibida, esperan recibir del estado la misma casa, la misma vida, la misma situación anterior a las furias ígneas.

Es decir, el estado o sostenedor, en tanto sujetador de sujetos, es a la vez garante (siempre fallido) de una vida sin sobresaltos. Los sujetos al recibir la ayuda se sienten con derecho a esperar todo de la máquina estatal, incluso la eliminación de las consecuencias de una manifestación de la naturaleza, en nada sorprendente, del todo natural y esperable.

¿Cómo actúa el estado para mantener y aumentar el problema?

Simple, tratando a los sujetos como perfectos idiotas, adueñándose de sus vidas. Por decreto se obliga a todos los habitantes de la zona de seguridad a abandonar el lugar. Los sujetos son tomados por el gobierno. No hay libertad para decidir el propio destino ni los propios riesgos. En ese mismo acto se firma el pacto desde el cual el sujeto es desprovisto de su autoridad sobre sí mismo, gustoso la entrega sentándose a reclamar de ahí en adelante, furioso, por lo que siente que le debe su nuevo dueño, el estado.

Los volcanes hacen erupción, el mar y los ríos se salen de su lugar, la tierra se calienta, todo cambia, la vida fluye impredecible. Morir es cierto. ¿De adónde un pickle gobierno terrícola puede ser exigido a responder por los hechos de la evolución del planeta?

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