Matías Fernández Depetris
Psicoterapeuta sin club discípulo de Groucho Marx
(Fundador y miembro único de Psicoterapia Sinclubista Marxista)
28/2/21
Acerca de Sanar la Relación con Padre y Madre
Hoy en día una multiplicidad de enfoques terapéuticos y espirituales insisten mucho en esto de la necesidad de honrar, perdonar, respetar, etc... madre y padre, para poder avanzar en el propio camino de adultez y madurez también en lo espiritual. Desde mi punto de vista no se equivocan, la integración de los progenitores desde la aceptación radical más allá de lo que hayan sido las circunstancias de la crianza es un paso evolutivo crítico en la integración personal y una posición en el mundo que no sea determinada por el paro bajo un techo religioso protector en lo ilusorio y limitante a la vez, la integración que permita el paso a la primera línea, en la proa al encuentro de lo que va viniendo.
Sin embargo el modo intelectualizado y tecnificado desde el cual muchas de estas tradiciones han degenerado a trabajar, produce hordas de psicopapagayos que repiten las mismas cantinelas dando igualmente tumbos por la vida.
La aceptación de los progenitores, la necesaria integración no llega por el blableo, es un proceso madurativo que tiene una serie de condiciones necesarias y pasos ineludibles... Así como la dentición definitiva no ocurre por hablarle a la mandíbula, o cantarle de rodillas.
El trabajo del camino madurativo para no ser técnico exige el contacto lúcido valiente y profundo con la propia sombra, hasta el fondo de la caverna. Dentro de ello el paso inevitable por los dolores que experimentamos sin tener plena consciencia en manos de nuestros necesariamente imperfectos importadores al mundo, los progenitores.
El paso por el dolor es una experiencia que tiene ritmo propio y no obedece a planificación alguna, es por esto que las prácticas terapéuticas o espirituales que siguen una fórmula no pueden abarcarlo. La experiencia subjetiva a nadie más que al propio sujeto pertenece y habita.
En la primera etapa el paso por el dolor nos pone de víctimas, necesariamente, y es ahí donde con facilidad nos quedamos atascados en una cultura que gratifica esa posición, es más fácil buscar la compasión por haber sido víctima de desaciertos de los cuidadores (lo que nos estaciona en la queja y nos deja pasivos) que, luego de asumir la experiencia dolorosa desde la vivencia misma, dar el paso de tomar las riendas y asumir el protagonismo de la propia senda existencial. Con independencia de lo que hayamos sufrido, hoy estamos donde estamos con la posibilidad de tomar el camino por delante.
Es un cambio en la posición frente al mundo, liberadora por cierto, dejamos de esperar que otro haga algo, o de sentir que el mundo nos debe algo, comenzamos a agradecer naturalmente porque cada día nos asombra estar vivos y desde ahí nos lanzamos a surfear la ola del existir, en primera línea.
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