Sin destino, nunca me pierdo...
Cada tanto me toca encontrarme con afirmaciones como que es el apego a las cosas lo que nos hace sufrir, y por eso hay personas que "trabajan con el desapego", meditando.
Creo que es una de las enfermedades del camino budista descrito por más de alguna tradición. No estoy seguro.
Pero de cualquier manera me parece un buen malentendido. Es inevitable que como seres humanos sintamos atracción / rechazo hacia la diversidad de experiencias y objetos y personas con las que cruzamos diariamente nuestro flujo existencial.
El apego es el adherirse, pegotearse, identificarse totalmente con la emoción o cualidad emocional de atracción / rechazo que vamos sintiendo. Creer que somos eso, que nos constituye nuestra pasión. Nos quedamos además intentando retener para siempre lo que nos gusta, y tratando de hacer desaparecer lo que nos disgusta, teniendo de fondo siempre, más o menos consciente, lo que creemos que es correcto, mejor, lo que "debería ser".
En el desapego, un ser más libre siente con intensidad y profundidad lo que le toque, momento a momento.
La diferencia está en que no está luchando para orientar su experiencia a lo que "debería ser", no tiene un norte, no tiene o no debe obediencia a un modelo ideal de cómo debieran ser las cosas, por lo tanto se las toma como vienen y las deja pasar.
La realidad ES, Dharma, talidad (tal y como es, como dice un monje amigo).
Las discusiones que le planteemos a la realidad, los pleitos con ella porque no nos gusta, es el camino al sufrimiento.
El desapego no consiste en hacerle un bypass a la realidad, a la realidad de lo que ES y de lo que sentimos con ello, es más bien sumergirse en esa realidad, en nuestra realidad, atravesándola, para salir al otro lado, no libres de sentimientos sino libres de ideologías, de saber saturado que nos tiene peleando con la realidad porque creemos que sabemos mejor lo que tiene que ser, que la existencia misma.
La meditación es un camino de apertura, de amistad con uno mismo y el universo. No es el modo de saltarse la base de lo que uno es para alcanzar reinos ultraterrenos paradisíacos.
El paraíso es una realidad, aquí ahora, también se le llama infierno. De cada uno depende.
Matías Fernández Depetris
Psicoterapeuta sin club discípulo de Groucho Marx
(Fundador y miembro único de Psicoterapia Sinclubista Marxista)
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