12/9/13

Rescatar la Memoria del proceso militar en Chile. ¿la de quién?

Ayer me llevé una sorpresa conmigo mismo, hace años me declaro indiferente a la fecha 11 de Septiembre y sus connotaciones golpistas. Escuchaba la radio Bio Bio mientras preparaba desayuno, comenzaron a emitir las grabaciones de las emisiones radiales del histórico día, Allende comunicándose con su pueblo, los bandos militares, etc... ....se me cayó la cascarita, comenzaron a aflorar recuerdos y emociones del fatídico día en que tenía nueve años recién cumplidos... y terminé llorando a moco tendido y asomado a la lágrima el día entero. Ése día comenzaron décadas de consecuencias en cascada. No viví la crueldad sanguinaria y sádica que muchos de nosotros sí. No tuve tampoco la "suerte" de estar completamente del otro lado y sentirme aliviado y glorioso de haber comenzado la erradicación del marxismo en Chile, como otros muchos de nosotros sí. Estaba, como mis padres, que no eran militantes de partido alguno, pero sí muy inocentes y entusiastas, en la mitad de la nada. Como quedamos luego, sin apoyo de nadie para partir lejos con los amigos que se fueron, solos en medio de un sector poblado de niñitos armados, militantes de Patria y Libertad, que nos tenían completamente identificados como los comunistas del barrio ya que mi madre trabajaba en el naciente Ministerio de la Mujer, y mi padre era uno de los ingenieros en la gestión de la nacionalización del cobre que estaba en manos extranjeras hasta ese momento. Por mi casa durante meses pasaron camiones de militares allanando, rompiendo, en la mitad de la noche. Circularon heridos, torturados como también alguos afortunados de rango en la whisquierda, impecables y perfumados en camino a alguna embajada de algún país chic como Francia o Dinamarca, escuché planificaciones para hacer ingresar subrepticiamente a alguno de esos "tí@s" a alguna embajada que estaban ya vigiladas para impedir que medio chile se intentara rajar lejos. Escuché largas conversaciones telefónicas en torno al tema, sentí la angustia de las escuchas telefónicas que por esos tiempos eran un fantasma cotidiano, dejé de ver a mi padre por años, y vi llorar a mi madre por años, noche a noche queriendo morirse en el añorar sus amigos desaparecidos, muertos o exiliados que junto con ellos se llevaron el sueño de un mundo solidario. Los profundos militantes, los valientes dirigentes aprovechaban la amistosa hospitalidad de mi madre, una mujer sola con dos niños, como trampolín de salida. Aquí quedamos luego, como trampolín de piscina en invierno. Así crecí, ayer me percaté, desde mis 9 años. Terminé llorando a moco tendido y asomado a la lágrima el día entero. En algún momento de esos años me dije a mí mismo :"no soy rico, no soy pobre, no soy católico, no soy judío, no somos militares, no somos del mapu ni del mir, no somos al menos DC, no me gusta un equipo de fútbol, estoy completamente solo" ... cosa que volví a pensar 3 décadas mas tarde cuando tuve que encontrar colegio a mis hijas... terminé gestionando la formación de uno nuevo junto a otros desclasados amigos. Me voy del tema, el asunto es que me preguntaba, qué espacio tenemos entre nosotros ciudadanos de esta tierra para abrir lo que nos pasó, nos pasa, con el proceso social que hemos vivido y el lugar en el que nos tocó estar. La circunstancia de estar en la derecha o la izquierda, ser rico o pobre, pinochetista o oposición, muchas de las veces, circunstancias, para quienes éramos niños cuando quedamos encajados en esas categorías por las afiliaciones de nuestros padres. Con todo mi respeto por el horror vivido por cada una de las individuales víctimas de las sanguinarias prácticas del vergonzante ejército chileno, cuyo detalle está grabado a fuego en documentos y en la memoria emocional de quienes nos hemos atrevido a escuchar. La Memoria, un Museo de La Memoria, ¿está completo sin el testimonio de todos, pero TODOS? los hijos de los torturadores, los carabineros, los púberes armados y en uniforme que custodiaban prisioneros en el Estadio Nacional o ejecutaban y mutilaban gente por órdenes superiores... los carabineros heridos en acción, sus hijos... sin el testimonio de los expropiados que vieron que el trabajo de una vida y su seguridad basada en la propiedad agrícola o industrial pasaba de la noche a la mañana a manos de unos zaparrastrosos antes explotados, convertidos ahora en administradores ignorantes... gente que tuvo que huir en familia de casas incendiadas... Y si nos ampliamos un poquito, qué pasa con la Gente de la Tierra, de ésta tierra, los de Arauco, invadidos, mutilados, violados por los españoles y luego por sus engendros nosotros los criollos. Qué pasa con nosotros, descendientes de esos genocidas. Qué pasa hoy con los luchadores mapuches, la invasión de represas e intereses que los mueve de sus tierras y su natural constumbre... qué pasa con los Carabineros que los apalean, balean, encarcelan ... qué pasa con sus familias... qué pasa con los terratenientes incendiados múltiples veces, que duermen con la escopeta bajo la almohada... con sus hijos... El recuento es infinito. No tenemos un Museo de la Memoria aún. No tenemos memoria, tenemos dolor vivo que permanece vivo porque no lo acogemos entre todos. No lo sentimos. Lo llevamos a la guerra, a la venganza, al reproche. ¿Es La Memoria privilegio de unos pocos? ¿Tener Memoria es dar vuelta la tortilla? Es un nivel particular, no discuto que el Estado ofrece garantías por las que recuperada la institucionalidad democrática, hay debidos juicios, se determinan responsabilidades y se dictan sentencias. Por lo mismo a las víctimas se les debe reparación moral, emocional y económica. Eso queda para mí fuera de discusión... Quizá el perdón debido, opera también a este nivel. Pero, me refiero a otro. El nivel en el que podamos realmente dar curso a un proceso de encuentro de un país aún dividido, en éste no es un asunto de que uno pida perdón y otro se lo conceda. Es un asunto de cada uno pararse en sí mismo, desde sí mismo, poder acoger lo que vive y ha vivido con todo este proceso, sólo desde ahí cabe la consideración por el otro, una vez que nos hacemos cargo de nosotros mismos, de tomar nuestra responsabilidad y no depositarla buscando el perdón en otros. Cada uno desde sí mismo, legítimo y legitimado en lo que siente, piensa, vive, encontrándose con el otro y su experiencia, sin discusión, no hay lugar al debate, se trata de la posibilidad de conversar. El espacio de la conversación que se caracteriza no por el intento de doblegar o convencer a nadie de nada, en el más absoluto respeto por las experiencias personales que son indiscutibles, del lado que vengan y sea quien sea quien las sustente. El espacio de conversación al que entramos en contacto con lo propio, pero dispuestos a ser transformados completamente por la experiencia de escuchar al otro. ¿Podemos? ¿Nos atrevemos? Se trata de callar, abrir ojos, oídos, corazón a lo que el uno y otro es, vive, dice, expresa. En este espacio no hay privilegios ni categorías, no se trata de acusar, se trata de abrirse a lo que es, más allá de la opinión que podamos tener al respecto. Ser ahí con lo que es. A mí esto, me parece un sueño, pero a la vez, el inicio de una comunidad humana posible. O hay lugar para todos o no lo hay para ninguno. Nadie está libre de los aspectos destructivos en su persona. Lo único que marca una diferencia es estar consciente de ello, saliendo entonces del espacio de sentirnos mejores o peores que otros. Situarnos entre iguales, responsables de nuestra humanidad y todo lo que ella contiene, dejando de sentirnos buenos para poner los aspectos que nos desagradan, la violencia, el sectarismo, la prepotencia, etc... en "ellos, allá". Somos. Todos. O no somos. 3 comentarios 1 vez compartido 3 comentarios Carla Crempien Robles Me interpretas tambien, no sentirse parte de nada, y una especie de certeza de que todos somos parte de lo mismo. Si tan solo... Un abrazo

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