Muchos maestros del espíritu en diversas citas aparecen invitándonos a dejar todo tras ellos o tras Dios o algo similar. El bello mensaje de Jesús está dentro de la misma línea.
Probablemente muchos ya lo hayan entendido así. Pero yo veo un profundo llamado a hacernos realmente más de lo que es nuestro, abandonándolo.
Sí. Abandonando lo que compartimos de la vida, los hijos que tenemos, a los que tenemos cerca, nuestras posesiones.
Puede entenderse con facilidad como una invitación concreta a irse, lejos.
Muchos lo han entendido así, harapientos, fuera de la sociedad, lejos de los que los rodearon y los que podrían rodearlos.
Otros, un poco más elaborados encontraron refugio en monasterios y disciplinas religiosas, dejando tras sí todo lo que era su vida.
Caminos hay muchos, y quizás la invitación de los maestros del espíritu, es una invitación universal, que a cada uno toca. Así como hay monjes en la soledad de un monasterio, ermitaños en algún rincón metidos en sí mismos. Habemos otros imbuídos en el hacer familia, conformar comunidad.
Creo que también nos cabe la invitación a abandonar todo, pareja, hijos, etc...
Creo que la invitación es a abandonarlos como posesiones nuestras para dejarlos ser. Aceptar que no somos dueños del destino de nadie, ni siquiera del propio.
Entregarse a la aventura del ser implica abrirse a lo incierto del existir, abandonando la esperanza feroz que destruye nuestras familias y nuestra sociedad día a día.
La loca expectativa de que los demás están ahí para satisfacernos, para llenar nuestras carencias, cumplir nuestros sueños frustrados, seguir el camino que nosotros creemos mejor para ellos.
En pareja, ¿no es éste el nudo más habitual? ¿Amamos? o más bien queremos para nosotros al otro como un recurso en el cumplimiento de nuestro sueño...
A nuestros hijos, ¿será Amor? ése del que tanto hablamos, con el que nos llenamos la boca, hacerlos puré para meterlos en el formato de lo que nos parece decente, bueno, sano, correcto, etc... Quizás en el cuidar la infancia no haya tantas dudas, pero cuando nuestros hijos comienzan a declararse personas, otros, etc... en plena adolescencia, ¿los amamos?
¿Cuánto nos desespera que los demás no estén para cumplir nuestros sueños?
Cuánta vida derramada en el intento de vivir "como Dios manda".
Como Dios manda.... jaja, debe haber muchos dioses, porque al parecer todos sabemos lo que Dios manda... o será.... que en el fondo cada uno de nosotros se erige en un Dios autoritario al cerrarse a la deidad que somos todos, en el núcleo mismo del ser.
El ser que somos, no el que querríamos ser.
Matías Fernández Depetris
Psicoterapeuta sin club discípulo de Groucho Marx
(Fundador y miembro único de Psicoterapia Sinclubista Marxista)
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1 comentario:
Que bueno acordarse de vez en cuando de nuestras motivaciones. Me gusto lo de ..."la loca expectativa de que los otros nos satisfagan", igual sucede espontaneamente, por ejemplo,una mina rica, el deleite con la musica que alguien interpreta,etc..Inconscientemente estamos en mantener las coherencias que sustentan el estar vivos, y supongo que en el necesitar al otro (satisfacernos) puede ser parte tambien del "ser".
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